Quizás alguna vez, has pensado tirar la toalla con alguno de tus alumnos o de tus hijos porque no había manera de que estudiarán. O has oído en más de una ocasión lo de si no vale para estudiar pues que se ponga a trabajar.
En mi consulta, me llegan muchos preadolescentes o adolescentes que están desmotivados y no tienen claro que se les da bien. Esto, provoca en muchos casos, fracaso escolar.
Llegados a este punto, permíteme contarte una historia.
Hace mucho, mucho tiempo en un país lejano y en medio de un bosque vivía un pequeño bambú. El pequeño bambú, estaba muy triste porque no encajaba en el bosque. Las flores se reían de él porque era feo y a diferencia de ellas no producía ningún olor.
Las plantas se burlaban de él porque no tenían hojas y los árboles por su tamaño.
Un día, se fue a pedir consejo al anciano búho que vivía en las profundidades del bosque. No sirvo para nada, le dijo el pequeño bambú. Los insectos no vienen porque no tengo flores que les atraigan. Los pájaros no se posan en mi porque no tengo ramas. ¿Para que sirvo? ¡Nada se me da bien!!
El búho lo escucho atentamente y le dijo: En lugar de centrarte en lo que no sabes hacer porque no piensas lo que si sabes hacer. Deja de compararte con los demás y piensa que te hace único.
¿Y de que me servirá esto?
Le búho respondió si no ves tu propia belleza interior difícilmente la van a ver los otros. Quizás no tengas flores, ni un tronco tan grueso como los árboles. En cambio, tendrás un tallo fuerte y flexible que en caso de que sople mucho viento te mantendrá en tu sitio. Serás tan alto como un árbol, aunque ahora esto te parezca algo imposible.
¡Confía en ti mismo!! Piensa en lo que quieres conseguir y lo que se te da bien. Esto te ayudará a descubrir quién eres y para que sirves.
El bambú, decidió hacerle caso. Le dio las gracias y se marchó.
Pasaron los años y tal y cómo predijo el Búho, el bambú se convirtió en una hermosa planta muy alta y con un tronco bastante ancho, que con el tiempo llego a florecer una vez.
Aprendió a quererse y a valorarse ganándose así el respeto de todos los habitantes del bosque.
Si sólo valoró a mis alumnos por sus resultados y no por su esfuerzo. O si sólo veo en ellos sus limitaciones y fracasos, en lugar de lo que pueden llegar a hacer o a ser será muy difícil que ellos lo vean.
Y aquí me gustaría contarte un caso real. Cuando conocí a Daniel tenía 9 años. Tenía muchas dificultades en el lenguaje tanto en la expresión como en la comprensión lo que le dificultaba mucho no sólo los estudios sino también las relaciones con los demás.
Además, le costaba concentrarse y aunque trabajaba y estudiaba mucho en casa, cuando llegaba el momento del examen se quedaba en blanco.
Se pidió al colegio si le podían hacer los exámenes orales dado sus dificultades, pero este se negó.
Estuvimos trabajando varios meses, técnicas de lectura rápida, de concentración, de atención, de agilidad y habilidad mental…. y mejoró.
Después de ese tiempo, le dije a la madre que mi labor había concluido que ahora con alguien que le ayudará a hacer los deberes era suficiente.
Ni su madre ni yo dejamos nunca de creer en él y un día al igual que ocurrió en el cuento Daniel nos sorprendió.
Termino la ESO con muchas dificultades y después de que repitiera curso un año. Luego se puso a estudiar un ciclo formativo de Grado Medio diseño de moda y su madre al mismo tiempo, decidió apuntar lo también a corte y confección. Aprendió a diseñar, cortar, coser y… ¡Fue increíble!! ¡Por fin encontró lo que se le daba bien!
¡Así que nunca dejes de creer en tus alumnos o en tus hijos!
Aprovecha cuando sobre todo son pequeños apuntarlos a diferentes actividades extraescolares para que prueben y descubran que se les da bien.
Por Gloria Farrán